Estoy muy contenta.
Este año, 2011, participé en el concurso de
"Vivencias" organizado por el
Premio Orola,
Os contaré que hasta el último momento viví esa sensación de poder ser ganadora, una sensación fantástica, aunque todos mantengamos que lo importante es la participación. Que dicho sea de paso, evidentemente : lo es y lo seguirá siendo siempre, pero si además, en cierta forma, es medianamente reconocida ... un escalofrío os recorre por la espalda hasta vuestros dedos y hasta los que hoy escriben estas palabras.
Mi vivencia "Mochila de vida" llegó hasta el final,
concurso, por 318 autores, procedentes de 18 países.
Desde España se enviaron 1.196, pero exceptuando
Madrid (384) y Barcelona (104), el ranking de mayor participación se situó en Alava con 54 vivencias a concurso, entre las que se encontraban las de amigos y amigas
a quienes también les gusta este arte, y estas otras que también componen la selección de 150 :
Illera Calzada, Mª Lourdes-HOMENAJE
Landazabal Zugaza, Ana Mª-MÍRAME SEÑOR
Plazaola Fz. de Romarategui, Rosa-VISIONARIA
Rico Marquez, Manuel-LA AÑORANZA
San Miguel Arteaga, Mª Asunción-ENTRE CAMPOS
Uriarte Fernández de Pinedo, Blanca-EL TELÓN SE CIERRA
Un saludo muy especial para Maria Asun con quien tuve el placer de compartir algunos ratos literarios,
para Blanca Uriarte a quien he encontrado en el trueque de libros del sábado con
y para Rosa Plazaola cuyos libros parecen evocar muchos viajes.
Desde aquí un saludo muy cariñoso para Luisa Hurtado
a quien muchos de vosotros ya conocéis,
y que yo me la he encontrado en la página 230, con su vivencia "El dakar".
Un abrazo para todos vosotros/as y nos veremos en la siguiente edición que comenzará en Enero 2012.
Fue un placer participar, y el mejor regalo es contribuir
con mis setecientos caracteres a la edición
de la "V Antología del Premio Orola"
que ya tengo en mis manos
y cuya portada véis en la fotografía.
Ayer, 28 de octubre se presentó en Madrid y
hoy os regalo la " mochila de vida" que se escurrió entre los finalistas:
Regresaba de su trabajo, con prisa, con su mochila azul de la vida, a punto de reventar.
Aquel día, la arrastraba por el suelo ansiosa de llegar a su casa y esconderla en el armario. Frente a una papelera detuvo su caminar y creyó que sería bueno tirar allí un puñado de vivencias. Elegiría las que más pesaban, las que le hicieron daño, las que quería olvidar. Se quedaría sólo con lo mejor, lo que le hizo reír o llorar de alegría y lo que le hacía sentirse bien. Sólo con esas deseaba seguir viviendo.
Empezó a sacarlas una a una, depositándolas en hilera antes de desprenderse de ellas, pero la voz de una mirada que la observaba a su espalda, le dijo muy bajito: Si las tiras aquí, tirarás también todo lo que con ellas aprendiste, y quizá, dentro de unos meses, necesites un contenedor aún más grande para todas ellas.