Valentía.
Lucía
un número 33 en su jersey de lana azul, su mochila cargada a
la espalda de vuelta del colegio y unos pantalones vaqueros
desgastados por las rodillas. En su cara una pequeña mueca de
hastío, torciendo el gesto en señal de cansancio.
Yindira, cumpliría 7 años el mes que viene y ya conocía
todas las piedras del camino. Hoy había muchas por el suelo y
le tocaría esquivarlas como tantos otros días. Pero
estaba cansada, harta de tanta lucha que no creía suya. Se
hizo paso entre los militares con escudos anti-piedras, y con la
cabeza muy alta, cruzó lentamente la franja. Nadie se atrevió
con su osadía, y Yindira se sintió muy valiente. Había
vencido su miedo.
(A los
33 años falleció en la franja de Cisjordania víctima
de una bomba enemiga. ).
Fotografía : Una niña palestina vuelve del colegio durante los enfrentamientos entre tropas palestinas e israelitas en el campamento de refugiados de Shuafat, en Cisjordania. Marzo de 2010. Foto : Ammar Awad. REUTERS.
Muchos niños en el mundo se ven obligados a vivir con miedo...Y el reto del mundo miramos hacia otro lado o simplemente no queremos ver.
ResponderEliminarMuy valiente tu relato.
Besos desde el aire
Qué triste, pero que gran realidad!
ResponderEliminarUn post que refleja lo que está pasando en esa parte del mundo y ¿qué hacemos? Desde luego no demasiado, por no decir, nada.
Un abrazo.
La ambición de los adultos tratando de someter al otro o quedarse con lo impropio, esa es la verdadera razón de tanto sufrimiento inútil. ¡Pobre víctima!
ResponderEliminarUn homenaje al arrojo y valor de una niña, sufriendo los avatares de una guerra inhumana,(como lo son todas).
ResponderEliminarUn micro grande, Laura.
Un abrazo cariñoso.
Acabará esto algún día. Un abrazo
ResponderEliminarQué tienen los niños que los adultos perdemos irremediablente. La valentía, la claridad y la simpleza en un cuerpo pequeño con fuerza de espíritu gigante. Muchas de estas pequeñas almas se pierden en las guerras, el hampa y en la violencia de crecer. Lo triste, es que también, algunos de estos niños que hoy son víctimas y sobreviven a las catástrofesde las guerras y las injusticias, se convertirán en victimarios, porque es lo que conocen.
ResponderEliminarNo hay otro modo de cruzar las barreras que instalan los adultos locos que así, con esa valentía que describes. Vivimos una realidad muy dura, y tu relato se mete en ella y la denuncia con energía.
ResponderEliminarBesos saludables (confío que hayas esquivado los "viruses" del resfriado y si no es ese el caso: échalos pronto y sin contemplaciones :))
La realidad se impone a la locura. Convivir con la violencia cada día es una tortura y el único recuerdo de muchos niños.
ResponderEliminarUn relato triste, homenajeando a una víctima.
Besos
El hombre es capaz de todo: jugar a la guerra y enfrentarse al miedo día a día.
ResponderEliminarNo tienen otro modo de enfrentarse a este loco mundo de los adultos. No deberían enfrentarse a situaciones así, pero lo hacen y muchas veces aún consiguen soreír.
ResponderEliminarBuen micro
Tantas victimas suman ya estas guerras....
ResponderEliminarMuy bien relatada esta crónica,desprende sensibilidad.
Un saludo.
Gracias Rosa y Moderato creo que tenéis mucha razón. Lo fácil es mirar hacia el lado contrario y no hacer nada. Un saludo.
ResponderEliminarHola Francisco. Los adultos que dominan el mundo movidos por su ambición, hacen más daño que la última peste en Europa. un abrazo.
Gracias Juglar, intenté escribir desde el respeto y la rabia contenida. Porque lo que más me duele de las guerras, son los niños, supongo que, como a casi todos. Besos.
Querida Chelo, un punto en tus palabras para el optimismo. Acabará. Sí. Acabará. Besos.
Garla, la reflexión que aportas es lo que yo creía. De víctimas del sistema, a victimarios, puede haber un pequeño margen de error. Muchas gracias por pasarte por aquí.
Hola Ximo!!, aquí sigo!!. Con algún virus rebelde y una lentitud en mi tecleo poco habitual. Gracias por venir.
Querida Ana, coincides también en lo de homenaje a esas vidas anónimas. Lo perfecto sería que no tuviésemos que homenajear por estos hechos y contextos sociales. Un beso.
Hola Luisa. El hombre es capaz de tropezar dos veces en la misma piedra. Y tres. Y cuatro. Y también un beso para tí.
Es verdad Elysa, la sonrisa de esos niños es increíble!!. En los telediarios o en ciertas fotografías que he visto, tienen aún la capacidad de sonreir. El adulto pierde esa capacidad en función de la magnitud de sus penas y de su espíritu vital. Besos.
Gracias Anna. Me ha encantado eso de que desprende sensibilidad. Siempre lo intento, aunque a veces me salga torcido. Un abrazo muy fuerte.
¡¡Feliz domingo a todos!!
Triste y real, hay niños que simplemente por nacer en un lugar determinado, conviven con la violencia con una normalidad que me desmoraliza. Mientras tanto, los adultos no queremos verlo. Gracias laura por abrirnos un poco los ojos.
ResponderEliminarMaldito mundo, ¿cuándo aprenderemos a vivir?
ResponderEliminarEste relato me hubiera gustado que fuera de ficción. Guerras, dioses, malditos todos.
ResponderEliminarHola Juanlu, creo que el aprendizaje de la "vida" es largo e intenso ....
ResponderEliminarHola Ximens, puede que en otros mundos hayan superado esta etapa existencial y sus relatos de ciencia ficción sean estos.
Un abrazo a los dos y gracias por vuestras palabras.
Uy!!, anónimo como no tienes carita y no te conozco, te había saltado sin darme cuenta. Lo siento.
ResponderEliminarSí, tienes razón, para que luego digan que no estamos predestinados desde nuestra primera célula de vida.
Un abrazo para tí también.
Lo que pones entre paréntesis, es cierto?
ResponderEliminarQue bien describes la realidad. Sin utilizar un leguaje violento (al contrario), muestras toda la violencia, toda la brutalidad, toda la sinrazón de la guerra (de ésta y todas).
Abrazos, Laura.
Hola Miguel Angel. No, no es cierto, al menos con esta niña, pero sí con otras. Junto a esta fotografía había otras algo más duras.
ResponderEliminarTe acabo de visitar, rebúscame entre tus comentarios y me encontrarás.
Un besote.